Reconocimiento del Estado palestino: movimiento simbólico sin consecuencias jurídicas

Marta González Isidoro.

Periodista y Politóloga. Analista de Israel y Oriente Medio

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El pasado 28 de mayo el presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez, convocaba de forma urgente a los medios de comunicación (sin admitir preguntas posteriores) para anunciar el reconocimiento oficial del Estado palestino. Tres eran las razones que daba el presidente del gobierno español para dar un paso anunciado desde hacía meses: paz, justicia y coherencia. Un desatino político y diplomático, sin embargo, sostenido en una narrativa que incentiva la violencia y recompensa el terrorismo, en un momento en el que los actores que compiten en el universo ideológico por el liderazgo palestino no se conforman con una solución de dos Estados para Israel y Palestina, sino que apuestan, ambos (islamistas y nacionalistas) por la resistencia armada para la recuperación de una Palestina “desde el río hasta el mar”. De forma gráfica y explícita, la viñeta difundida por la Autoridad Palestina el 27 de mayo de 2024 agradecía al trío de gobiernos, formado por España, Irlanda y Noruega, que tomaran la iniciativa del reconocimiento unilateral de un inexistente Estado Palestino, en medio de una guerra que Israel libra contra el terrorismo en siete frentes (Gaza, Cisjordania, frontera norte, Mar Rojo, Irán, desinformación, Organismos Internacionales), con casi medio millón de desplazados internos en su propio territorio y con 121 rehenes aún en paradero desconocido en Gaza, y de cuya suerte y destino no se tienen buenos presagios. En el dibujo, las banderas irlandesa, noruega y española enmarcan un mapa de Palestina del que conscientemente se había borrado a Israel. La Autoridad Palestina, que sigue sin condenar las masacres y secuestros del 7 de octubre y la invasión del territorio israelí por parte de Hamas y otras facciones terroristas, se unía a las voces que piden consumar el sueño de eliminar al único Estado judío del mundo, aunque se enmascare en la fórmula de “dos Estados”. Porque, por mucho que España, igual que Europa y el Occidente en crisis se empeñen, el conflicto palestino-israelí no es un conflicto territorial, sino sólo una parte de un conflicto de identidad que no acaba de resolverse y en el que el factor religioso juega un papel esencial.

La idea del reconocimiento internacional del Estado de Palestina es un objetivo antiguo de la propia OLP (Organización para la Liberación de Palestina), que ya proclamó la Declaración de Independencia de Palestina el 15 de noviembre de 1988 en Argel durante la sesión extraordinaria del Consejo Nacional Palestino en el exilio[1]. A fecha de 21 de junio de 2024, 145 de los 193 Estados miembros de las Naciones Unidas han reconocido dicha Declaración, o consideran a la OLP (hoy Autoridad Nacional Palestina) el representante legítimo del pueblo palestino, dado que, desde el 29 de noviembre de 2012, una Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas (Res 67/19), por 138 votos a favor, 9 en contra y 41 abstenciones, determinó cambiar el estatus de “entidad” a “estado observador no miembro”, dándole implícitamente el reconocimiento de Estado[2]. Desde entonces, los esfuerzos diplomáticos desplegados para obtener el apoyo a la solicitud del reconocimiento formal del Estado de Palestina en la ONU con las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días (1967) y con Jerusalén como su capital, excluyendo la interlocución de Israel como parte de la negociación, han permitido al gobierno de la Autoridad Palestina avanzar en el estatus formal dentro del sistema internacional y realizar reclamaciones legales contra otros estados en los tribunales internacionales.

Pero el derecho de los palestinos a un estado propio, independiente, democrático, viable y en coexistencia con el Estado de Israel como parte de un acuerdo de paz exhaustivo, justo y duradero, es una entelequia que choca contra la realidad[3]. La falta de concreción respecto a los territorios que formarán parte del futuro Estado de Palestina, la oposición de Israel al plan palestino de obtener el reconocimiento de Estado mediante una votación de la Asamblea General de la ONU (que viola los Acuerdos de Oslo por la que ambas partes se comprometieron a no hacer movimientos unilaterales), la indefinición de la comunidad internacional en cuanto a la existencia o no de un Estado de Palestina mientras no haya un marco apropiado, el no reconocimiento de Israel como el Estado del pueblo judío por parte del movimiento palestino (islamista o nacionalista), y la ausencia de un liderazgo unificado y pragmático y de una entidad palestina responsable capaz de renunciar a una narrativa que incentiva la violencia y busca desconectar la historia y el legado judío de la Tierra de Israel, sólo sirve para legitimar internacionalmente la violencia como arma política y método para obtener réditos. Y en una Europa con nacionalismos emergentes y con posibilidades altas de fragmentación de algunos Estados, es, especialmente para España, muy peligroso.

No es la primera vez que los socialistas españoles piensan que si se fuerza a reconocer un Estado palestino, incluso sin la aprobación de las partes, se resolverá de una vez por todas la violencia en Oriente Medio. Tampoco es la primera vez que todas las fuerzas políticas de España culpan a Israel de haber agotado el Proceso de Paz iniciado en Madrid en 1991 y de generar un sentimiento de frustración en la calle palestina. Pero la causa palestina es una causa perdida, por mucho que haya cuajado la idea de que antes de la creación del Estado de Israel había una comunidad autóctona milenaria, próspera, con identidad propia y con derechos históricos sobre unas tierras de las que fueron expulsados por el sionismo. Si quisieran convivir en paz y seguridad con sus vecinos hace muchas décadas que estarían gozando del desarrollo económico que todo pueblo merece.

Si desde hace aproximadamente una década el establecimiento de un Estado palestino era poco probable, desde el 7 de octubre es definitivamente inviable. Mientras el objetivo último para la creación de un Estado palestino sea la cancelación del Estado de Israel mediante la búsqueda del regreso a las fronteras anteriores a 1947, cualquier medida internacional que se tome sin la participación de Israel será un movimiento meramente simbólico que no tendrá consecuencias jurídicas. Ni siquiera administrativas para la población local, que quedará definitivamente separada en dos entidades geográficas (Gaza y Cisjordania) tuteladas por actores externos, dispersa y disuelta entre la población árabe regional y/o expatriada al exterior. Sencillamente, porque el Estado de Israel, profundamente herido por la masacre del 7 de octubre y el estallido de un antisemitismo a nivel internacional que busca también el desgaste de Israel y su aislamiento geopolítico, se juega su viabilidad estratégica y su supervivencia como Estado. Los palestinos son especialistas en perder oportunidades. Y España, que podría haber facilitado el camino del encuentro y tender puentes con el mundo árabe y el Mediterráneo, ha elegido estar del lado incorrecto de la historia, blanqueando la violencia recurrente de Hamas y la Autoridad Palestina, forzando la muerte jurídica de Israel en las Instituciones Internacionales y aliándose con las tesis de un Sur Global irrelevante en el proceso de toma de decisiones a escala internacional.

 

Fuentes:

[1] TESSLER, Mark (1994). A History of the Israeli-Palestinian Conflict, Indiana University Press, pp. 722.

[2] United Nations (29 de noviembre de 2012). “General Assembly Votes Overwhwlmingly to Accord Palestine “Non-Member Observer State” Status in United Nations”, GA/11317. Disponible en:

https://www.press.un.org/en/2012/ga11317.doc.htm

[3] Desde que en la década de los 90 se inició el llamado “Proceso de Oslo” que cristalizó en los Acuerdos de Paz de 1993, la fórmula de los dos Estados ha fracasado. El liderazgo palestino ha rechazado ejercer su derecho a la autodeterminación en su parte del territorio porque implica aceptar la soberanía judía del Estado de Israel en el otro lado, que siguen considerando que está usurpado. Se recomienda la lectura del siguiente Documento de Opinión: GONZÁLEZ ISIDORO, Marta. “Viabilidad de un futuro Estado palestino. Victimización, incitación a la violencia y recompensa del terrorismo como forma de hacer política”, Documento de Opinión IEEE 38/2023. Disponible en:

https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2023/DIEEEO38_2023_MARGON_Palestina.pdf

 

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